LA LEYENDA DEL ENCANTAO



La leyenda habla de una humilde familia que residía en las afueras de la localidad de Jabalquinto, en una casa que había heredado de su padre la esposa, y con la cual vivían felices los tres hijos y el matrimonio.El marido trabajaba en las labores del campo, tanto en la de su propio terreno, que no era demasiado, pero que servía para ocupar su tiempo libre y así conseguir una ayuda económica extra para la precaria situación familiar, y además también acudía a aquellos terrenos donde necesitaban un brazo fuerte para cualquier tipo de trabajo.Uno de esos días en los que el bochorno apuntillaba la tierna espalda de Luis, Juan y Teresa, los tres hijos de Tomás, que era el nombre del padre que esa jornada se encontraba en el paraje conocido como 'Ventosilla', que aporreaban silenciosos el polvo del camino entre descampados y olivos. Llevaban un bullidor cocido preparado para su progenitor, que se encontraba segando.Cuando estaban cerca de Ventosilla, Tomás se percató de la presencia de su prole y se acercó a ellos. Como en otras ocasiones, los cuatro se sientan sobre el borde del sembrado, aprovechando una pequeña sombra, y Tomás comienza a devorar el manjar que le habían traído.Entre el sustento engullido, unido al calor ineludible, hacía pesada la siega para Tomás, y sabedor de la cercanía de la cueva conocida como 'Encantao', donde hay una fuente, invita gentilmente a sus hijos para que les llene la botija.El mayor de los chicos le dijo a su padre que hablaban en el pueblo de la existencia de un fantasma en esa cueva, pero su padre al escuchar esas palabras se echó a reír y le contestó que con esas pamplinas nunca sería un hombre de provecho, pero si él no quería ir, al menos, que no asustara a sus dos hermanos.PrecaucionesAl final decidió acompañarles pero tomando todas las precauciones posibles ante la presencia de algún ser fantasmagórico.Se acercaron sigilosamente a la cueva y nada más entrar pudieron contemplar la presencia de una bella dama cuyas extremidades inferiores habían adoptado la forma de un pez.La chica gritó: «¿Una sirena!», y salieron corriendo.Una vez a salvo contaron lo ocurrido a su padre, percatándose de que la botija se hallaba repleta de agua cristalina, y ellos no la habían llenado.